Desde toda la eternidad, Señor,
conoces los pormenores de mi existencia y destino,
en el bautismo me confirmaste en tu amor
y me diste esta fe que me guía
por un camino de felicidad.
Has derramado sobre mi tus dones
como abundante lluvia fecunda.
Tus dos brazos –misericordia y perdón-
han estado siempre abiertos
cuando he caído o me he extraviado.
Ahora te pido luz,
la luz que tanto necesito
para saber lo que quieres de mí
y para poder así cumplirlo.
Sea cual sea el sendero
dame tu gracia y ayuda
para seguirlo hasta el final
sin desfallecer ni abandonar
con total entrega, como tu Madre.
Aquí me tienes, Señor, ante ti:
que tu sabiduría y amor
me acompañen por el camino
para que ayude a otros a conocerte
y así yo mismo me acerque más a ti,
hasta que un día, definitivamente,
permanezca contigo para siempre. Amén.
Te agradezco, Señor,
tus palabras que me animan:
“No eres perfecto,
pero tampoco quiero que lo seas,
te basta con mi gracia,
y eso es cosa mía.
Yo seré el camino,
la fuerza, la brújula”.
Señor, yo sólo puedo decir
“amén” a tus planes sobre mí.
Un amén no resignado,
sino alegre, eufórico y feliz.
Un amén jubiloso y humilde,
eco lejano del “sí” de María.
Un amén que me haga
más semejante a tu corazón,
por el amor y el servicio a los demás.
Un amén como repites siempre
desde el día en que dijiste:
“Esto es mi cuerpo
entregado por vosotros”.
J.M.Casasnovas.
Tu postura ha de ser siempre
de total abandono;
no cuentes con nada tuyo,
pero apóyate en la gracia de Dios,
que la da a quien se la pide.
Beata Mª Purísima de la Cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario