Domingo
5º del tiempo Pascual. B
6
de mayo de 2012
Vivimos
aparentando seguridad y caminamos por el mundo simulando una firmeza que no
tenemos. Tal vez por eso huimos de la soledad, que nos devuelve, como un
espejo, la verdadera imagen de nosotros mismos.
En realidad, somos presa de
un temor y de una tentación Tenemos miedo a la esterilidad. Nos horroriza la
infecundidad: pasar por la vida sin dejar fruto.
En
consecuencia, nuestra tentación más inmediata y recurrente es la de dar fruto a
cualquier precio. Buscamos la eficacia fácil, aunque sea efímera.
La
consecuencia es siempre esa mezcla de autonomía, con la que tomamos nuestras
egoístas e inmaduras decisiones y de vanagloria, con la que nos apresuramos a
atribuirnos el feliz resultado de las mismas. Siempre tenemos una corona
preparada para premiar nuestros triunfos.
El
evangelio según San Juan (Jn 15, 1-8), que se proclama en este domingo quinto
de Pascua, parece responder a esa situación. Nos invita a reconocer la honda
verdad de nuestra existencia. Podemos superar nuestra infecundidad, pero no del
modo como nosotros imaginamos. Nuestra fuerza
no puede nacer de nosotros mismos.
Así
lo dice Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí
y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”.
- Jesús
es la fuente y nosotros los canales. Sin él no podemos saciar nuestra sed. Ni
pasar el agua a nuestros hermanos. Él es la vid. Nosotros somos los sarmientos.
Si no estamos unidos a Él no recibimos la sabia de la vida.
- Jesús
es por tanto la fuente de nuestra existencia cristiana. Y de la vida que,
gracias a él, podemos aportar a los demás. Si no permanecemos unidos a él,
pereceremos en nuestra esterilidad.
- Jesús
es quien da nacimiento, continuación y culminación a la misión que nos ha sido
confiada. Si no permanecemos unidos a él, nuestra actividad no tendrá sentido.
Nos moveremos en el vacío
EL
HIJO DEL PADRE
No deberíamos leer este
pasaje evangélico dejando de lado la primera afirmación de Jesús: “Yo soy la
verdadera vid y mi Padre es el labrador”. El evangelio de Juan parece
reiterativo. Sus frases se parecen a las olas del mar. Parecen todas iguales,
pero cada una añade algo a la anterior.
•
“Yo soy la verdadera vid”. Jesús se revela como el camino, la verdad y la vida.
Dos hermosas alegorías lo presentan como el Buen Pastor y como la Vid verdadera.
En esta última, recoge una larga tradición de su pueblo. Según Isaías, Israel
es la viña de Dios (Is 5). Ahora Jesús se nos muestra como el definitivo Israel
de Dios.
•
“Mi Padre es el labrador”. En su parábola, también Isaías se refería a Dios
como el viñador que planta y cuida su viña. Ahora Jesús reconoce a Dios como
Padre. Jesús nos revela el cuidado del Padre. Se sitúa entre Dios y nosotros.
Nosotros gozamos de la atención que Dios nos demuestra a través de Jesús.
- Señor
Jesús, te reconocemos como la verdadera vid. Tú puedes y quieres librarnos de
nuestra esterilidad y nuestro orgullo. Ayúdanos a mantenernos unidos a ti, para
que podamos dar fruto abundante para la vida del mundo. Amén.
José-Román
Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario